viernes, 9 de enero de 2015

Sapa, Turismo Rural en Vietnam

Sapa se encuentra al norte de Vietnam, muy cerquita de China, y ahora tocaba marcharnos a la montaña a 1600 metros de altura sobre el nivel del mar. 

Saliamos nuevamente desde Hanoi, y esta vez nos esperaba un largo recorrido, 12 horas de autobús, aunque con cama. Que nadie piense que la cama de un autobús es un lujo, pues os aseguro que no es nada placentero ir en un metro, de ancho, por un largo escaso, pero si es verdad que es mejor que 12 horas sentado.

La verdad que el viaje aun lo recuerdo fatídico, durante las primeras horas recuerdo que todos los compañeros de viaje cercanos a mi queríamos parar para poder ir a un servicio, varios de nosotros nos acercamos al conductor para que parase un segundo, pero no había manera. 

Una vez que llegamos a Vietnam una avalancha de vietnamitas se acercaba a nosotros para ofrecernos alojamiento, pensamos en varias ocasiones si elegirlo allí, o acercamos al pueblo andando y buscar. Entre el frío que hacia y el mal tiempo decidimos coger un hostilito que parecía apañado y la verdad que no nos equivocamos.

Una vez que nos alojamos salimos a contratar una excursión, ya que la idea de ir a Sapa era hacer un treking hasta un poblado entre arrozales, y disfrutar de los paisajes de las montañas de Vietnam. Nuestra recién amiga de Halong Bay, Diana, nos contó que había hecho el camino con una lugareña, Mama Lili, nos facilito su teléfono, y nos enseñó una foto de ella, recomendandonos que fuésemos con ella. 

Casualidad o no, la encontramos sin tener que llamarla, así que quedamos con ella para al día siguiente, eso sí con un poco de regateo. Teníamos hambre y nuestra encantadora lugareña nos llevo al lugar más puro, al mercado, donde la elección fue pollo, y allí comimos entre lugareños que se sentaban rápido, comían y se marchaban.

 Posterior a ello, nos decimos dar una vuelta por el pueblo, el cual tiene mucho encanto. Me recordaba a Sierra Nevada, exactamente a Prado llano. Decidimos alquilar una moto, por 5 euros, e íbamos a ir a ver la cataratas de la zona, pero una fuerte lluvia nos sorprendió , realmente no fue ninguna sorpresa. Entre el viento y la lluvia dicidimos que no íbamos a ningún lado, así que para el hotel a descansar.

Llegada la tarde-noche continuamos con los paseos, conociendo los rincones del pueblo, y aprovechando para tomar unas cervezas en sus bares, y jugar unas partiditas de futbolín.

A la mañana siguiente nos marchamos para hacer el treking, acudiendo al lugar donde habíamos quedado con Mama lili, cuando llegamos nos comentó que venían dos personas más con nosotros, esperamos unos minutos, cuando surgió una grata sorpresa, la apareció de una española, Andrea y su novio Italiano, Jean Luca. 

No lo había contado en la estancia de Hanoi, pero una noche cenando coincidimos en la misma mesa, con Andrea y Luca, y estuvimos charlando un buen rato, y ahora haríamos la excursión juntos. Sapa era un lugar de casualidades. Tanto Mamalili, que la encontramos sin dificultad, y la aparición de ellos dos.

El día no se presentaba con las mejores condiciones, el cielo estaba con neblina, y con nubes, aunque no llovía, y recorrimos la montaña durante tres horas hasta llegar al poblado y casa de Mamalili. Durante el camino,  vimos los famosos arrozales de la localidad, los cuales son de los únicos que se encuentran escalonados, dando una belleza a la simpleza del arroz, y además el camino iba acompañado de diferentes animales, como búfalos, cochinillos, gallinas, entre otros.

Cuando llegamos a casa de Mamalili, nos la enseño y nos presentó a su familia. Era una tradicional familia extensa (Familia compuesta por abuelos, padres, hijos y nietos), y la casa contaba con una habitación principal en la planta baja, cocina, y varios cuartos, en su parte superior, otros cuartos y un granero, en su parte exterior, un baño, cuadra de animales, y campo. 

Mientras Mamalili cocinaba para nosotros, salimos todos a dar un paseo por libre, y los lugareños del poblado nos invitaban a pasar a sus casas, y a sentarnos junto a ellos y tomar infusiones o compartir su comida.

Llegó la hora de la comida, que estaba riquísima, todo fresco y recién cocinado para nosotros, además  os cuento que a Mamalili le gusta mucho el vino de arroz, aunque se hacía la sueca.

Bueno pronto llegaba la hora de marcharnos y ahora regresábamos en moto. Nos despedimos de los compañeros y procedíamos a coger un tren, también con cama, y esta vez 1 hora de furgoneta y unas 9 de tren. La experiencia del tren mucho mejor que la del autobús. 

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